Lo lograste.
Dejaste tu horrible trabajo y empezaste tu propio negocio.
Fantástico, ¿no?
Estás a un sólo paso de la libertad financiera, lleno de lujos, viajes, juntas de negocios, inversionistas y más.
Bueno, si le crees a todos los que te venden ese cuento.
La realidad es otra.
El camino del emprendedor está lleno de múltiples fracasos, desveladas, inestabilidad, dudas, y soledad.
Pero eso es justo lo que te hace crecer y transformarte a ti y a tu negocio.
Cada fracaso hace que vuelvas a trazar la ruta del mapa. Te reafirma tu camino en el emprendimiento. O bien, te saca de éste.
Dormirás poco (es difícil irse a dormir cuando estás emocionado por lo que construyes… o cuando se está cayendo a pedazos).
Algunos días sentirás que eres el mayor genio de la historia.
Otros días pensarás que quizás estabas mejor en tu cubículo pasando horas en el Facebook sin mayor preocupación que la de cobrar tu sueldo.
Sin embargo, creo que lo más difícil es la soledad.
La gran mayoría de tus amigos probablemente están en otro “canal”. Es probable que muchos piensen que estás “loco”, y quizá lo estés (los genios son “locos” hasta que su idea triunfa).
Por más veces que les comentes sobre la “libertad financiera”, sobre cómo pueden vivir de algo que en verdad les guste y construir la vida que han deseado, casi todos harán caso omiso.
Y esto es lo que casi nadie cuenta.
¿Y los viajes, la libertad de tu tiempo, los lujos y eso?
Esos son “efectos secundarios” del éxito de tu idea.
Sí, sí hay viajes, hay ciertos lujos y una buena calidad de vida.
Quizá lo que más puedo valorar es esa libertad de tiempo.
Puedo trabajar desde dónde quiero, y tomar “vacaciones” cuando gusto.
(Escribo “vacaciones” pues, incluso estando en ellas, termino trabajando).
Con todo esto no quiero decir que sea igual para TODOS los emprendedores, pero he visto que a muchos les pasan cosas similares.
¿Cuál es tu experiencia?